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martes, 8 de diciembre de 2015

REMEMBRANZAS DE UNA VIDA ANTERIOR

Mi espíritu acoge un mandato, y trato tal vez en un vano intento,  de dejar salir a esa musa inspiradora que está en lo más profundo de mi ser. Llevo en el fondo de mi alma las vivencias de otras vidas, que en la Justicia del Padre bendito, le ha tocado recorrer a mi espíritu inmortal que ha emanado del regazo del Divino Padre Creador.
Le doy gracias ya que en Su Amor Infinito, nos ha dado miles de oportunidades para progresar y así aproximarnos cada día más a la Luz de Sus Alas Protectoras. ¡Gracias Padre amadísimo, por permitirme existir y progresar!


Respiro profundo, cierro mis ojos, pienso en el Divino Padre Creador y lo maravilloso que resulta un mundo lleno de Su Luz y veo un vasto horizonte cubierto de delicadas flores de todos los tonos, que adornan completamente un paraje maravilloso. Los árboles muestran sus infinitos tonos de verde y se hace difícil describir con palabras terrenas, la magnitud de esta visión celestial. Así, con este paisaje sublime, mi espíritu viaja a un tiempo ya pasado, evoca un recuerdo que aún permanece como el más precioso tesoro, guardado como en cofre de oro, en algún rincón de mi espíritu.
Entonces me concentro en otro tiempo y me desconecto completamente del mundo agitado y violento, que es la tónica de este siglo de oscuras tinieblas. Rememoro, a través de la música clásica y los acordes de una melodía inolvidable, un tiempo ya lejano y apacible, guardado en lo más profundo de mis recuerdos de antaño y mi espíritu se llena de nostalgia.
En esta evocación del pasado, veo que estoy en una casa plena de luz, con grandes ventanales , que miran hacia un parque cubierto de verdor, ornado de árboles centenarios y hermosos jardines, tapizados completamente  de perfumadas flores de colores. Este es mi hogar en una vida pasada que extraño y mi alma se regocija escuchando los acordes de un piano, que con su bella música, inunda a plenitud todos los ámbitos de esta gran sala. Por un momento, no alcanzo a intuir quién es al artista que interpreta tan bellas melodías; pero mi corazón y mi alma se llenan de esos arpegios. Entonces cierro los ojos y esa delicada y hermosa música, me produce sentimientos de profunda emoción, que estremecen todo mi ser. Miro a través de esas ventanas, llenado mis ojos con la hermosísima vista de aquellos jardines de ensueño, que se pierden en la colina cercana. Luego me contemplo y me veo con un atuendo  que es de otra época, un largo y amplio vestido que se mece suavemente, con un leve crujido de la tela mientras camino a través de un gran salón. ¡Soy completamente feliz!
Entonces, al acercarme a ese admirable instrumento que con su música deleita mis oídos, veo al artista ejecutante. Es un hombre que viste un traje oscuro.  Es delgado y tiene un rostro ascético, agradable y varonil. Su pelo castaño es liso y lo usa medianamente largo.  El está sentado al piano y sus hermosas y delgadas manos de pianista, con largos y ágiles dedos, se deslizan sobre el teclado, ejecutando con maestría una delicada y bella melodía. Él, absorto en su arte, no se ha percatado de mi presencia. De pronto, alza sus ojos y me mira con tanto amor, que en ese momento el mundo circundante desaparece para mí. Baja la vista y sigue ejecutando su música. Yo me alejo feliz y enamorada, escuchando esas sublimes melodías  que conmueven mi alma. La música de mi amado me produce tal emoción, que es casi dolorosa para mi corazón, pero que sonando tan suave y dulce es pues un deleite para mis oídos y mi espíritu.
Veo luego que juntos vamos en un carruaje descubierto, recorriendo esos bosques interminables, por un  sinuoso camino lleno de luz y rodeado de verdor, mientras una suave brisa juguetea con mis cabellos. El coche sigue avanzando al paso de una pareja de magníficos caballos blancos. Vamos en silencio, muy juntos y con nuestras manos entrelazadas, admirando arrobados la Naturaleza del Padre Divino y nos dejamos llevar por ese mundo maravilloso que nos rodea, viviendo plenamente esos inolvidables momentos de aquella reencarnación ya lejana, pero que llevo guardada con infinito e indeleble amor en lo más profundo de mi espíritu.
Al parecer, estamos en algún lugar de Europa, quizá en Austria. Sus bosque huelen a primavera, los pajarillos revolotean cerca nuestro y sus trinos llenan todo el entorno. Es como un dulce sueño todo aquello. Nuestro cochero se detiene en un recodo del camino y nos bajamos a disfrutar de la Naturaleza, mientras un perfume de jazmines y azahares nos llena de bienestar y de vida. Son los efluvios del Padre Divino que percibimos en cada uno de nuestros pasos en esa reencarnación inolvidable.
Cuando las flores ya han empezado a cerrar sus pétalos, caemos en cuenta que ha llegado la hora del crepúsculo y volvemos a nuestro refugio en medio del bosque. Cenamos y luego volvemos al salón, donde él continúa sus ensayos al piano. Se sienta y comienza a acariciar ese teclas blanquinegras y así van emergiendo, cual mariposas en primavera, las suaves y melancólicas melodías que inundan la espaciosa habitación. Esas  delicadas ondas musicales viajan a través de los árboles del bosque, que al igual que yo, esperan ansiosos los bellos acordes que mi amado  hace brotar desde aquel piano con maestría consumada.
Para mí, hay algo de mágico en esa música que brota desde el piano. Sólo necesito cerrar los ojos y la videncia es inmediata. El gran salón, los ventanales, el piano... Y aquel pianista con su espalda ligeramente encorvada y que toca y escribe su música...y vuelve a tocar...y vuelve a escribir.  ¡Está componiendo una nueva obra! Bendigo al Divino Padre por permitir que esa música sublime fluya de aquellas manos privilegiadas y se transforme en un valioso legado cultural, que ha permanecido hasta el presente.
En la evocación de mi espíritu, nuevamente esa música amada llena mi corazón y todo mi ser y la nostalgia de los tiempos idos invade mi alma. Estoy transida de emoción y las lágrimas resbalan por mis mejillas. He regresado al presente y comprendo la Ley de Justicia el Padre Divino, que nos ha hecho nacer con múltiples envolturas materiales, en todas las épocas y lugares desde el principio del tiempo.
Y entonces estoy de nuevo en esta época, en una realidad distinta, pero aun puedo rememorar esos tiernos sentimientos de antaño. Y ahora me invade la completa certeza que mi compañero amado de hoy, es el mismo músico que amé ayer. Ahora no toca el piano, pero ama la música clásica como antaño. Con mi corazón rebosante de emoción, doy gracias al Padre Divino, porque hoy también nos acompañan dos de los más bellos espíritus del Divino Padre, frutos de nuestro amor y alegría de nuestros corazones. Ellas han completado nuestras vidas y han traído, aferrado a sus alas, un pequeñito que revolotea incansable por todos lados y esperamos fervientemente que sean más los que bajen a acompañarnos en el futuro. 
Ahora solo me basta escuchar esas notas del piano, para que mi espíritu vuele hacia aquellos tiempos felices, plenos de amor, belleza y romanticismo y vuelva a escuchar esas melodías inolvidables, que dulcemente se han quedado en mis oídos para siempre.

Gracias Padre amadísimo por Tu Amor que lo envuelve Todo y la maravillosa posibilidad de  conocer la grandeza y perfección de Tu Creación, desde nuestro planeta Tierra, que es solo una brizna de la belleza existente a través de Tu Universo Infinito y Maravilloso.

Hermana Ivonne Valdés
22 de noviembre de 2015

"Gloria al Divino Padre Creador en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de  buena voluntad".

Franz Lizt al piano



Franz Lizt
Condesa Marie_d'Agoult




"Gloria al Divino Padre Creador en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de  buena voluntad".