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domingo, 29 de octubre de 2017

¡Una “Evasión de la Muerte”! …y la Ley de la Compensación”.

Gracias a la benévola acogida de Hermes, puedo relatar a los amables lectores de este interesante Blog que él administra, una experiencia personal  que en mi juventud constituyó una gran enigma, que atenazó mi conciencia durante muchos años. Pero cuando gracias a la misericordia de nuestro amado Divino Padre Creador, en la mitad de mi vida encontré la Luz de la Verdad, al ingresar a la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén, y después de algunos años de labor junto a mis hermanos, tuve la ocasión de preguntar a uno de los Maestros de la Cosmogonía, que llegaban hasta nosotros a través de Madrecita Laura Antonia, sobre el significado de este enigma.  Gracias a la bondad y sabiduría del Maestro, este enigma quedó completamente dilucidado.
He aquí la historia: Nací en el Sur de Chile, cerca de la ciudad de Concepción. Al llegar a los dieciocho años, era un joven alto, gallardo, bien parecido – decían – y gran deportista. Jugaba de arquero en el equipo de fútbol de mi curso y durante las vacaciones practicábamos con mis hermanos, casi todas las tardes en un estadio cercano. Mi ídolo era Sergio Livingstone, el popular “sapito”,  el famoso arquero de la selección chilena de fútbol de entonces. Yo copiaba su estilo de juego – lo vi jugar una vez en Concepción -  y todos los detalles de su vestimenta de arquero. A los dieciocho años jugué al arco en un equipo local, algún partido consagratorio, pues había desarrollado gran seguridad y agilidad en el juego.
Llegó el año 1948 y debí cumplir con mi Servicio Militar, en el Curso de Estudiantes, en dos períodos de tres meses durante las vacaciones. Me tocó en un Regimiento de Caballería. Yo estaba feliz. Siempre me habían gustado los caballitos, aunque no sabía montar, pero tenía plena confianza en mi excelente estado físico, así es que reconocí cuartel con mucho entusiasmo.
Por fin en el Regimiento, llegó el momento de la primera lección de equitación. A cada conscripto se nos asignó un caballo, provisto de una sencilla brida y de una montura sin estribos, pues había que montar de un salto, “a lo huaso”, para luego realizar una serie de ejercicios sobre la montura, como ser: la tijera, el volteo doble o sencillo, etc., mientras el caballo iba al trote o al galope.
Siguiendo las instrucciones, de pié al lado izquierdo del caballo, tomo la brida con la mano izquierda y al mismo tiempo agarro una correa de la parte delantera de la montura, llamada quinta rienda, y balanceando la pierna derecha, para pasarla por sobre la montura, me doy impulso con la pierna izquierda y… ¡Horror!... ¡No me pude levantar del suelo! ¡Quedé como pegado al suelo!... Parecía que el peso de mi cuerpo se hubiera multiplicado por mil. Intentaba el salto una y otra vez… y ¡nada! No podía despegarme del suelo. En mi desesperación me preguntaba, ¿Qué me pasa?¿Dónde está mi agilidad? Lo intentaba de nuevo… me daba impulso y nada… imposible…no podía montar. Las gotas de sudor corrían por mi frente. Mis compañeros, que realizaban el ejercicio sin problemas, se reían de mí incapacidad…Mientras que ya el sargento estaba a mi lado, rojo de cólera, vociferando como solo los sargentos saben hacerlo y paseándose a grito pelado por todo mi árbol genealógico, mientras yo inútilmente, redoblaba mis esfuerzos. Mi pobre caballito, “Lardo” se llamaba, doblaba sus patitas delanteras, agachándose para que yo pudiera montar. ¡Como lo amé! Si hubiera podido lo habría comprado para tenerlo conmigo el resto de mi vida. Pero ni con su ayuda podía saltar. Yo habría jurado que una mano invisible me sujetaba fuertemente del cinturón, por mi espalda, impidiéndome montar.
A todo esto, gracias a Dios, se acercó de a caballo el Capitán comandante del escuadrón y con mucha experiencia y buen tino ordenó al sargento: “¡Sargento, que el conscripto no haga este ejercicio, sino que sea el jinete cabeza de su grupo de equitación y que solo se preocupe de llevar el aire, ya sea de trote, paso o galope! ¡A su orden mi capitán! Respondió el sargento, cuadrándose; y así quedó superado este escollo tan bochornoso e inexplicable para mi, que constituyó un trago amargo, aunque no el único, como se verá más adelante.
Además del amor y agradecidos cuidados que prodigué a mi caballito, aprendí todas las reglas de la equitación, las que practiqué montando todos los días durante tres meses, de manera que quedé transformado en un verdadero centauro, pues formaba con mi caballo una sola entidad, ya que además, él me adivinaba el pensamiento. En la revista final salí distinguido en mi grupo en equitación.
Pero el episodio relatado no fue mi única desventura dentro del servicio militar. Poco tiempo después del incidente relatado, seguía nuestra instrucción con equitación todas las mañanas e instrucción de infantería en la tarde, con el manejo de la carabina y otras armas. En cierta ocasión debimos saltar, portando la carabina, un foso  de unos dos metros de profundidad y con su fondo erizado de rieles y alambres de púas. Me tocó el turno de saltar y con una carrera previa, tomé todo el impulso posible, pero lamentablemente caí con todo el peso del cuerpo en mi talón derecho, quedando tendido en el suelo con un dolor lacerante en el talón. Fui a parar a la enfermería donde el médico diagnosticó “contusión en el pie derecho”, y después de dos días de tratamiento con pomada ictiol y compresas calientes, me dio de alta y de nuevo al servicio. Pero yo no podía afirmar el talón lesionado. Cada vez que lo hacía, veía estrellas de dolor. Tozudamente me empeñé en continuar el servicio sin dar parte de enfermo. En la instrucción matinal no había problemas, pues no bajábamos de nuestras monturas en toda la mañana. Pero en la tarde, en la instrucción de infantería era el suplicio, pues en todas las marchas cojeaba sin poder afirmar mi talón lesionado. Terminó mi primer período de instrucción y el dolor persistió a lo largo de casi todo el año, para finalmente desaparecer. En el segundo período, fue solo un mes de campaña en el terreno y finalmente salí licenciado con el grado de Alférez, recibiendo después el despacho de Sub-Teniente de Reserva del Ejército Chileno. ¡Había cumplido con la Ley!
Pero en mi espíritu quedó la incógnita del incidente donde me fue imposible montar de un salto.
Cuando pasados muchos años, y ya en la Congregación pude formular la pregunta al Maestro, la respuesta fue la siguiente: -- “Tú tenías el karma de desencarnar en ese ejercicio. Ibas a caer del caballo, que te iba a pisar en medio del galope. El médico iba a diagnosticar lesiones leves, pero tú ibas a sufrir una hemorragia interna de la cual ibas a desencarnar. Por eso el Padre envió a un Ángel que te sujetaba del cinturón, impidiéndote montar, para que no realizaras ese ejercicio. De esa manera el Padre, Único Dueño y Señor de los destinos de los hombres, evitó que desencarnaras, porque Él te tenía destinado a conocer la Luz de la Verdad en la Congregación. Respecto al accidente de tu pie derecho, tú sufriste en esa caída la fractura del hueso calcáneo del talón. Todo ese sufrimiento que pasaste por ese accidente, fue la Ley de la Compensación, porque el Padre preservó tu vida física. ¡Glorifica al Padre!”.
Cada espíritu que reencarna en la Tierra cumpliendo las cuatro Leyes de la Vida: Nacer, Vivir la vida de la tierra, Desencarnar y Reencarnar, llega a la vida terrena con su destino trazado, ya sea a cumplir una misión  o a pagar sus numerosos karmas, y con su momento fatal de desencarnar, determinado para un día, hora, minuto y segundo precisos, en que debe cortarse el Hilo de la Vida. Cuando éste se corta, cesa la vida en el cuerpo físico y comienza a descomponerse. Pero nuestro amadísimo Divino Padre Creador, puede prologar la vida física según Su Voluntad, haciendo experimentar al espíritu encarnado una o más “Evasiones de la Muerte”, según Su Justicia Divina Perfecta, Infalible e Inexorable.
Gracias a Madrecita y a la Profeta Sucesora hemos conocido estas enseñanzas de Verdad, para ir comprendiendo cada vez más las Leyes Divinas que rigen la Naturaleza, por lo cual, se van deshaciendo paulatinamente los oscuros “misterios” y los mal llamados “milagros”; y va resplandeciendo la Luz de la Verdad en nuestros espíritus, ya que todos los fenómenos de la Naturaleza ocurren debido a las Leyes Divinas Perfectas, Precisas e Inmutables, que el hombre de la Tierra desconoce en su mayor parte, porque en su soberbia, no quiere conocer al Divino Padre Creador, Divino Autor de la Vida y de Todo lo que existe.


“Gloria al Divino Padre Creador en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad.”

domingo, 15 de octubre de 2017

La Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén cumplió 50 años de vida.

Los hermanos de la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén, celebraron el 50° Aniversario de la Fundación de su Congregación, por Madrecita Laura Antonia, la profeta chilena del Apocalipsis, el 2 de octubre de 1967 en Santiago de Chile.
El lunes 2 de octubre pasado, los hermanos rezaron una Cadena Sagrada de oraciones y cánticos al Divino Padre Creador, a las 21:00 horas en su Sede Templo de la Pintana.

La celebración culminó el sábado 7 del presente mes a las 19:00 horas en su Sede Templo, con una Reunión y cóctel donde los hermanos, familiares e invitados rememoraron diversos hechos de la vida de la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén.






































Gloria al Divino Padre Creador en las Alturas y paz a los hombres de buena voluntad, así sea.