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domingo, 2 de septiembre de 2018

Yo experimenté una “evasión de la Muerte”.

Hace años, supe lo que es desencarnar ahogada en el mar, y ahora puedo contar aquí mi terrible experiencia, merced a la Misericordia Infinita de nuestro amado Divino Padre Creador, Dios Todopoderoso.
En aquella fecha inolvidable disfrutaba yo de mis hermosos 16 años, amaba la vida y estaba contenta con mi destino. Sin ningún tipo de preocupaciones me sentía dueña del mundo y de la Naturaleza y amaba al Divino Padre Creador, Supremo Hacedor de todo lo que existe.
Desde pequeña, mis padres me llevaban todos los domingos a la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén, donde conocí a la Profeta del Apocalipsis, Madrecita Laura Antonia, la que nos dio su amor a todos los niños especialmente, y nos hizo conocer la existencia del Divino Padre Creador y la Ciencia Espiritual que de Él emana y que es la Verdad y la Vida.
En esos días felices de mi adolescencia, una tarde de verano, fuimos en familia a la hermosa playa de Pichilemu, conocida como “la playa de los surfistas”, por las grandes olas que llegan hasta la orilla. Yo sabía nadar y disfrutaba al máximo del mar, me encantaba nadar cerca de la ribera y zambullirme en las olas que llegaban en cadenciosa sucesión. Se me figuraba que era una pequeña marsopa retozando entre las ondas marinas… Naturalmente, siempre me preocupaba que mis pies tocaran la arena del fondo. Fue así como nadando y jugueteando en el agua, las olas, que eran de tamaño moderado en ese momento, me fueron alejando paulatinamente de la costa sin que yo me percatara de ello.
De pronto, con sobresalto, me di cuenta que mis pies ya no tocaban la arena del fondo. Instintivamente, miré hacia la playa y vi a mi madre y me hermano que me hacía frenéticas señas, allá lejos, para que nadara hacia ellos. También ahora percibí que sorpresivamente las olas habían aumentado en volumen y violencia, alejándome de la orilla cada vez más.
Me sentí invadida de pies a cabeza por un miedo cerval paralizante. Sin embargo, logré sobreponerme y pude razonar: -- con cada ola que venga, nadaré con todas mis fuerzas, para que ellas me empujen hacia la playa.
Entonces empecé a luchar y a cada ola que llegaba, nadaba vigorosamente hacia la orilla, pero percibí que no avanzaba hacia la costa y que, por el contrario, el mar me retenía siempre en el mismo lugar. Era como si estuviera dentro de un hoyo invisible.
En ese momento fui presa del pánico, pues se agotaron mis fuerzas y mi corazón latía aceleradamente con desesperación. Comprendí que había llegado mi Hora. Era el Fin…
Solo atiné a levantar los brazos en ademán de auxilio…En ese momento, me rendí a mi destino…cerré los ojos y me hundí en el mar serenamente…
Oré al Divino Padre Creador y mentalmente le dije: “¡Padre, que se haga Tu Voluntad!”
En una semi inconsciencia, oraba al Padre resignada a mi destino, y en ese momento, ante mi visión espiritual y en un segundo, desfiló ante mí toda mi vida, desde pequeña hasta el momento actual…Entonces vi en Lo Alto una Luz Blanca refulgente maravillosa…y perdí el conocimiento.
Lo que sucedió después me lo relataron mi madre y mi hermano, que pidieron auxilio a los salvavidas, los que prestamente nadaron y rescataron mi cuerpo sumergido y ya exánime, y con gran esfuerzo lograron llevarlo a la playa, en medio del fuerte oleaje. Una vez en la playa, me sometieron a las maniobras de respiración artificial para reanimar mi organismo inerte. Después de algunos minutos de frenéticos esfuerzos, los salvavidas lograron normalizar mi respiración.
Al recuperar el conocimiento, con la Gracia del Padre, me encontré tendida de espaldas en la arena y me costaba mucho respirar. Mi madre y mi hermano estaban anhelantes junto a mí, los salvavidas y numerosas personas y poco a poco me fui recuperando.
Desde ese día he agradecido al Divino Padre Creador por haberme otorgado una nueva oportunidad, impidiendo, con Su Divina Voluntad, que se cortara el Hilo de la Vida que une mi espíritu a mi cuerpo, aunque el destino para mí señalado, indicaba esa fecha fatal, con año, mes, día, hora, minuto y segundo preciso, para desencarnar. Pero nuestro amadísimo Padre Divino determinó, en Su Divina Voluntad, como Único Dueño y Señor de nuestros destinos, que siguiera mi vida en la materia, para trabajar para el Señor.
Es así como desde aquella fecha dramática y trascendental para mí, he seguido fielmente alabando y bendiciéndo al Rey del Universo, junto a mis hermanos de la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén, hasta el día de hoy. A su debido tiempo encontré al compañero de mi vida y hoy tenemos dos preciosas pequeñas, que me acompañan en las actividades de la Congregación. He tenido el privilegio de recibir desde Lo Alto, después de años de labor, el grado de arzobispo, y he confeccionado muchos juguetitos de género junto a mis hermanas, para regalar, en el Nombre del Padre, a las niñitas de Escuelas y Poblaciones de la Pintana y Puente Alto, en vísperas de cada Navidad.
Al publicar este testimonio maravilloso de la “evasión de la Muerte” por Voluntad del Padre Divino, quiero rendir un homenaje de agradecimiento a aquellos hombres valientes que arriesgaron su vida para salvar la mía, y que ayudan a sus prójimos en peligro de muerte entre las olas del mar chileno. Ruego al Divino Padre proteja y bendiga a estos buenos samaritanos del mar, que a largo de nuestras extensas costas realizan su misión anónima sin pedir nada a cambio, practicando así el verdadero sentido del amor al prójimo. Sé, que el Divino Padre que todo lo ve y todo lo sabe, y que los pone allí para que se cumpla Su Divina Voluntad, les dará su recompensa.
Y yo, al terminar este relato, agradezco una vez más y para siempre a nuestro Padre Infinitamente Misericordioso, que me prologó la vida para que siguiera elevando mis bendiciones a Él, por el resto de mis días en la Tierra. Lo cual ruego al Padre amado en este momento, pueda hacerlo por toda la eternidad. ¡Aleluya!
Hermana María José Rojas Abarca, de la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén.
26 de agosto de 2018, La Pintana, Santiago.
“Gloria al Divino Padre Creador en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”.

Veamos ahora otro testimonio similar:

Otra “Evasión de la Muerte”.

Habiendo unido nuestros destinos con Madrecita Laura Antonia, y sumándome a la Causa Divina como primer discípulo y esposo, de la Profeta que anunció la llegada del Apocalipsis a la humanidad terrena en el año 1972, con el consiguiente cumplimiento de las profecías antiguas de la Biblia; e instalados en nuestro domicilio en la parcela Sede y Templo de la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén, en La Pintana, Madrecita construyó un modesto edificio para su Laboratorio de Cosméticos, con el objeto de ganar nuestro sustento y dar trabajo a algunos hermanos jóvenes.
Entonces yo me dediqué a hacer frecuentes viajes a Santiago, en compañía de mi querido hermano arzobispo Efraín Santibáñez – hoy ya desencarnado y en la Gloria del Padre --, que, estando jubilado, se ofrecía gustoso a acompañarme a los Ministerios y reparticiones públicas con el fin de obtener todos los permisos necesarios para el funcionamiento del Laboratorio.
En esos días tuve el siguiente sueño, muy vívido en todos sus detalles: -- Monseñor Efraín y yo realizábamos un trámite en un Ministerio en Santiago, en oficinas del noveno piso de un edificio céntrico. Esperábamos el ascensor para bajar a la hora de mediodía y había muchos empleados y público que también aguardaban para bajar, pues era la hora de colación. Cuando se abre la puerta del ascensor, ingresó una verdadera avalancha de gente dentro y yo fui introducido casi en peso al interior. Efraín se quedó sin poder subir, lo mismo que varias personas. El ascensor quedó sobrecargado y apenas comenzó a bajar se cortó el cable de sostén y sobrevino la vertiginosa caída, en medio del pánico y griterío de las personas que iban dentro. Yo me afirmé en un rincón y grité a todo pulmón: -- “¡Encomiéndense a Dios!” --. Y luego nada…ni dolor, ni impacto, nada.
Entonces me vi parado en la calle, frente al edificio del Ministerio, en medio de una conmoción general: mucho público, ambulancias, carros de bomberos y policiales; y carabineros, bomberos y paramédicos sacando cuerpos descoyuntados de numerosos cadáveres desde el interior del edificio. De pronto vi, que entre cuatro personas llevaban mi cuerpo completamente desarticulado debido a múltiples fracturas y automáticamente quise entrar en mi cuerpo, pero éste me rechazó. Entonces comprendí que yo estaba desencarnado, y al pensar en el trámite que había realizado, me encontré de inmediato en el noveno piso, frente a la oficina en que había estado. En el pasillo no había nadie. Entonces empujé la puerta de la oficina y entré. Había un solo empleado escribiendo a máquina y al sentir que se abre la puerta, mira y al ver que la puerta se ha abierto sola, pues él no ve a persona alguna, cree que el viento ha abierto la puerta, y sigue trabajando. Pero yo estoy ahí en la puerta, en espíritu, invisible a sus ojos físicos. Entonces pienso en Madrecita y deseo ir hacia ella…y ahí desperté de este vívido sueño.
A la mañana siguiente, relaté mi sueño a Madrecita, en todos sus detalles.
Ella me escuchó atentamente en silencio. Luego me miró a los ojos y me dijo enfáticamente: “Tú, Carlitos, no vas a subir nunca más a un ascensor.” Y yo obedecí puntualmente la orden.
Así fue como gracias a la Revelación en sueños del Divino Padre, que fue una advertencia sagrada, y la orden que recibí de su Enviada a la Tierra, experimenté una más de las varias “evasiones de la Muerte”, que he tenido el privilegio de recibir en mi actual reencarnación terrena, merced a la Voluntad Omnipotente de nuestro amadísimo Divino Padre Creador, lo que me ha hecho alcanzar una ancianidad provecta, siempre sirviéndolo y amándolo, como al Dueño y Señor de Todo lo que existe y Supremo Hacedor del Universo Infinito y Maravilloso, Obra Perfecta de Sus Manos.
 Mientras Madrecita Laura Antonia estuvo conmigo, cumplí ese Mandato Sagrado. Después que ella se fue hacia el Padre, he continuado usando los ascensores.
Hermano Carlos Opazo Barragán, de la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén.
26 de agosto de 2018, La Pintana, Santiago.

“Gloria al Divino Padre Creador en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.”

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