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domingo, 28 de julio de 2019

Un rayo de luz en la oscuridad


Como la caída del sol en el atardecer, así fue paulatinamente el descenso del Imperio Romano de Occidente, un imperio de luces y sombras; grande por su extensión geográfica, así como a través del tiempo. Junto a la caída del imperio llegó también la oscuridad, como así llega la noche cuando el sol se esconde.

Ruinas del Coliseo en Roma (Imagen internet freepik)

Puente y castillo de Eilean-Donan, Escocia
(Imagen de internet machbel.com)

Comenzaron siglos de penumbras alimentadas por los más terribles miedos; el período de la Edad Media se hacía presente y se extendería alrededor de mil años.
El poder compartido entre ambiciosos monarcas feudales y la Iglesia, dominaban a su antojo a los habitantes de aquellos pueblos, perdidos en el más terrible de los males -la ignorancia-, la cual traía junto a ella los temores milenarios, la superstición y el sometimiento a falsas creencias inventadas y acomodadas por los poderes de aquella oscura época. Y todo esto de igual manera alimentado por la violencia y brutalidad de guerras e invasiones constantes.
Pero, así como llega la oscuridad con la caída del sol en cada atardecer, también así llega la luz con cada amanecer; así como en otoño los árboles son despojados de sus hojas, así es como también en primavera les comienzan a salir los nuevos brotes; o como aquel espíritu, el cual ya ha completado una etapa, vuelve a renacer en una nueva materia.
Todo tiene su tiempo, su momento cronométrico y preciso; los ciclos son constantes cambios regidos por Leyes Perfectas del Creador Divino. De esta manera, la oscuridad se empezó a disipar y así comenzó a ingresar la luz.
Así es como una nueva etapa comienza a dar muestras notables de una constante y enérgica evolución. La fuerza de la razón empieza a ganar protagonismo por sobre los cuentos mitológicos e historias sacadas de la imaginación de algún erudito histórico. Se comienza a ganar batallas sobre los dogmas; muchos de ellos insostenibles y que caen por su propio peso.
Como una clarinada al amanecer comienzan a mostrarse los primeros libres pensadores; tal como en primavera se muestran los cerezos, es para estos hombres el Renacimiento una nueva primavera. Estos espíritus que renacen para dar sus frutos y comenzar a poner fin a una época de oscuridad y con su luz, aquel brillo divino que contienen en sus espíritus, iluminan todos los lugares por donde transitan.
Como no recordar aquel orfebre alemán que inventó la imprenta, y poco a poco las personas tuvieron acceso a la información y así fue aumentando el número de personas que aprendían a leer; gracias a Johannes Gutenberg y su imprenta, las personas tuvieron el conocimiento en sus manos. Por primera vez leyeron una Biblia de 42 páginas impresas y ya no tenían que conformarse con escucharla en latín por boca de algún clérigo enviado por la Iglesia, sin poder entender nada.
En ese tiempo la Tierra dejó de ser plana y había vuelto a tomar su forma esférica; algunos años después y a través de la imprenta las personas pudieron tener en sus manos un ejemplar del – “De Revolutionibus Orbium Coelestium” – un hermoso trabajo realizado por Nicolás Copérnico, en el cual expresaba y graficaba una de las grandes verdades hasta ese momento oculta por falsas creencias. Copérnico valientemente con la inspiración Divina otorgada y cumpliendo una misión, desplazó al Sol al centro de nuestro Sistema Solar, ocupando de esta manera su espacio Universal
Y a la vez la Tierra es ubicada donde corresponde; conformando este Sistema Solar Armónico y Perfecto, Obra maravillosa del Creador Divino.
De esta forma el básico sistema geocéntrico instaurado por Claudio Ptolomeo e inspirado por las erróneas y materialistas ideas de Aristóteles, comenzó a ser reemplazado por el siempre existente sistema solar Heliocéntrico, pasando a ser la Tierra un mundo más; uno más de los billones de mundos habitados, tal como lo mencionó en esa época el gran Giordano Bruno – “Existen miles de mundos, así también habitados por miles de especies que los pueblan” -. Estas palabras y pensamientos de Giordano junto a libro de Copérnico eran herejía en esa época, aquella época que comenzaba a abrir sus ojos a la más pura verdad, que poco tiempo después, fue mirada a través de un pequeño telescopio inventado por Galileo Galilei, con lo cual se confirmó lo declarado anteriormente. Y de esta forma y a pesar de las amenazas, se descubría que la Tierra no estaba estática en el Universo, -- “Y sin embargo se mueve” --.Pero esta época no solo nos entregó a los astrónomos más brillantes de ese tiempo, demostrando la inmensidad de lo Divino, sino que en la escultura también fue reflejada la Maravillosa creación Divina, como el “Apolo y Dafne” de Lorenzo Bernini, el Gatamelatta” de Donatello, el “Hércules y Anteo” de Alari Bonacolsi, el “Retablo” de Damian Fornet y “La Piedad, o también el hermoso “David” de Miguel Ángel. Grandes arquitectos nos entregó también esa época, como Giorgio Vasari, Pedro Machuca o Giacomo Della Porta entre otros, o aquel sabio médico español Miguel Servet, y para qué decir la gran cantidad de insignes pintores, como Rafael Sanzio, Andrea Verrocchio y claro está que no podemos dejar de nombrar al gran polímata Leonardo da Vinci, para el cual toda calificación terrena es menor que sus logros.
Así como todos aquellos, muchos otros hubo: filósofos, matemáticos, químicos, anatomistas, etc.; todos ellos con la luz en sus espíritus, quisieron alcanzar la cúspide de la perfección para que este mundo vislumbrara las maravillas de la Creación. El renacimiento de estos espíritus marcó el renacer de una nueva época, que por Mandato Divino debía abrir sus ojos y admirar la magnificencia universal y la de su Creador. Estos espíritus elevados nos han heredado hasta hoy sus obras, las cuales podemos contemplar extasiados y reconocer que aquellos espíritus estaban identificados y en perfecta armonía con el Divino Padre Creador.




Johannes Gutenberg (Imagen internet revistarooming.com)

Nicolas Copérnico (Imagen Internet naukaiposte.pi)

Galileo Galilei (Imagen internet the maestroart)



Miguel Servet (Imagen Historia de Aragón)

“No se enciende una luz para ponerla debajo de un cajón, sino sobre el candelero para que todos vean su luz”. (Palabras del Divino Maestro Jesús, el Mesías, en Mateo 5:15)



“Donde entra un rayo de luz ya no reina la oscuridad”.




                                                                                                                 Hermano Juan Silva Carvajal.
                                                                                           El Templo, La Pintana, 21 de julio de 2019.
“Gloria al Divino Padre Creador en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”.




domingo, 21 de julio de 2019

Los colosales Templos del antiguo Egipto


Procesión religiosa y Templo de la época Faraónica del Antiguo Egipto. (Imagen: ArqueHistoria)

¿Por qué los grandes Faraones construyeron Templos a una escala tan gigantesca?

Como preámbulo a la respuesta a esta interesante pregunta, os invitamos a analizar las Leyes de la Vida:
Es sabido que en la Naturaleza, así como en las civilizaciones que el hombre ha creado en las distintas épocas de la Historia y en muchos pueblos del planeta Tierra, todo ha estado y está sometido al ciclo de vida de creación y destrucción: En efecto, las cuatro Leyes de la Vida – cuya existencia los Maestros de la Cosmogonía nos revelaron a través de Madrecita Laura Antonia, la profeta del Apocalipsis, someten inexorablemente a seres y cosas en todo el Universo infinito hecho por las manos Divinas del Supremo Hacedor, Dios Todopoderoso.
Estas cuatro Leyes Divinas de la Vida son: Nacer, Vivir la Vida de la Materia, Desencarnar y Reencarnar. Esto implica que los espíritus que animan a los seres y cosas en el mundo material o manifestado, deben cumplir un ciclo de vida encarnados en la materia, para después volver al mundo espiritual.
También significa que los espíritus son inmortales, como el Creador Divino, Su Padre.
Estas Leyes revelan también que existe un Mundo Espiritual – llamado “El Reino de los Cielos” por nuestro Divino Maestro Jesús, el Mesías.
Este Mundo Espiritual es Verdadero y Eterno, Genuino, donde Impera el Espíritu Divino del Creador, con Sus Ideas Eternas, que se han materializado en la Creación del Universo Manifestado, que los espíritus tienen la misión sagrada de ayudar a crear y hacer progresar con sus obras en los distintos Mundos, cumpliendo las Sabias Leyes del Creador Divino Omnipotente y Eterno.
También estas Leyes Divinas significan que existe un mundo material, efímero, perecedero, porque está sujeto al continuo cambio, a la destrucción y a la regeneración. Es un mundo en verdad ilusorio, porque segundo a segundo cada hombre y mujer ya no son los mismos, puesto que tanto sus espíritus, como sus materias o cuerpos físicos, van cambiando continuamente. Ya lo dijo el filósofo presocrático Heráclito: “No se puede entrar dos veces en un mismo río”. Lógico, pues si te mojas los pies en el agua del río y sales, y luego vuelves a entrar al agua; el agua del río ya es otra, en virtud de la corriente; ni tú tampoco eres el mismo, tanto en espíritu, como en cuerpo físico. Tu espíritu ha grabado una nueva experiencia y tu cuerpo es segundos más viejo.
Porque la vida en la materia es una lenta muerte, un lento aproximarse al momento de desencarnar, ese momento fatal, al que las religiones han rodeado de un hálito de terror --  enseñando la mentira del “infierno eterno”--  y que no es más que el sencillo y natural paso, en que el espíritu traspone el umbral de la puerta al Más Allá para someterse a la Justicia Divina, y mediante un auto juicio elegir, de acuerdo al veredicto, su destino futuro comenzando así un nuevo ciclo de reencarnación en el mundo material.

La pirámide de Kefrén y la Gran Esfinge de Giza. (Imagen: sites google.com)

El antiguo Egipto Faraónico fue una civilización que se originó a lo largo del río Nilo y que alcanzó un largo ciclo de vida, que los entendidos terrenos estiman de una duración de unos 28 siglos, contando desde el inicio del Imperio Antiguo, en el año 2.686 a.C., hasta el término del periodo faraónico, con la Reina Cleopatra, la última faraona, en el año 30 a.C.
En el Egipto Faraónico histórico hubo cuatro períodos de grandeza y esplendor, seguidos, cada uno de ellos, por etapas de total decadencia, caos y violencia.
Según las revelaciones recibidas a través de Madrecita Laura Antonia, de parte de los Maestros de la Cosmogonía Universal, los períodos de grandeza y esplendor fueron logrados gracias a la sabiduría y justicia con que gobernaron estos Reyes. Y ello se debió a que contaron con la ayuda y guía de los Maestros de la Cosmogonía, Seres inteligentes y sabios que llegaron desde planetas con civilizaciones enormemente más avanzadas que la terrícola, y que, por Mandato del Divino Padre Creador, descendieron a la Tierra a civilizar al pueblo egipcio, así como a otros pueblos de distintos lugares de nuestro planeta. Estamos hablando de una época muy anterior al Diluvio de Noé, catástrofe ocurrida en el año 2.800 a.C.
La bajada a la Tierra de los Maestros de la Cosmogonía, llamados “Hijos de Dios” en la Biblia, está documentada en el libro Génesis, y ocurrió durante la civilización Atlante, que no solo existió en la isla Atlántida, narrada por Platón en sus diálogos Timeo y Critias, sino que abarcó toda la Tierra, con distintas razas humanas de gigantes. Los Moais de la Isla de Pascua, son los retratos de una de estas razas.
He aquí el testimonio de la bajada de los “Hijos de Dios” en Génesis 6:1 “Y habiendo comenzado los hombres a multiplicarse sobre la Tierra, y engendraron hijas, 2 Y viendo los “Hijos de Dios” las hijas de los hombres que eran hermosas, tomáronse mujeres las que escogieron entre todas”. (Bajaron a la Tierra los Maestros desde el Universo, y se mezcló la raza extraterrestre con la humana)
“3 Y dijo Dios: No permanecerá mi espíritu en el hombre para siempre, porque carne es, y serán sus días ciento y veinte años. 4 Y había gigantes sobre la Tierra en aquellos días, porque después que los hijos de Dios entraron a las hijas de los hombres y ellas tuvieron hijos, estos son poderosos desde la antigüedad, varones de fama”.
Pasan miles y miles de años y la avanzada civilización Atlante experimentó una lenta decadencia espiritual y moral, cayendo en el ateísmo, la violencia, el afán de poder y de dominio, el materialismo y la más abyecta maldad.
“5 Y viendo Dios, que era mucha la malicia de los hombres sobre la tierra, y que todos los pensamientos del corazón eran inclinados al mal en todo tiempo, 6 arrepintió se de haber hecho al hombre en la tierra. Y tocado de íntimo dolor de corazón. 7 Raeré, dijo, de la haz de la tierra al hombre, que he criado, desde el hombre hasta los animales, desde el reptil hasta las aves del cielo; porque me arrepiento de haberlo hecho. 8 Mas Noé halló gracia delante del Señor” …
Y así fue como vino el Diluvio cuando esa civilización corrupta no lo esperaba, y fue una catastrófica inundación mundial, que cubrió hasta la última montaña. Solo ocho personas fueron salvadas en el Arca, junto a muchas parejas de animales y aves.
Después del Diluvio, los descendientes de Noé se multiplican en Medio Oriente, especialmente en Mesopotamia, que la Biblia llama “la tierra de Sennaar”. Dice la escritura sagrada que los descendientes de Noé dijeron: Génisis 11:4: “Y dijeron edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cumbre llegue hasta el cielo, y hagamos célebre nuestro nombre, antes de esparcirnos por todas las tierras. 5 Y descendió el Señor, para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de Adam. 6 Y dijo: He aquí el pueblo es uno solo, y el leguaje de todos uno mismo; y han comenzado a hacer esto, y no desistirán de lo que han pensado, hasta que lo hayan puesto por obra. 7 Venid pues, descendamos y confundamos allí su lengua, de manera que ninguno entienda la lengua de su compañero”.
Por Mandato Divino bajan allí a la Tierra una vez más, en sus Naves Intergalácticas, Maestros de diferentes planetas y de distintas razas humanas: negros, blancos, rojos, amarillos, cobrizos; cada raza con su lenguaje propio característico. Estos Colonos Espaciales, todos de civilizaciones avanzadísimas del Universo, Maestros en todas las ciencias, dividieron en grupos a los descendientes de Noe y los llevaron en sus Naves a distintos lugares de la Tierra, para fundar nuevas civilizaciones, en las cuales los Maestros se mezclan con el género humano terrestre. Ese fue el origen de las actuales razas humanas de la Tierra.
Continúa el Génesis: “8 De este modo los esparció el Señor desde aquel lugar por todas las tierras, y cesaron de edificar la ciudad. 9 Y por esto fue llamado su nombre Babel, porque allí fue confundido el leguaje de toda la Tierra, y desde allí los esparció el Señor sobre la haz de todas las regiones”.
Todo esto sucedió algún tiempo después del Diluvio de Noé, ocurrido el año 2.800 a. C.
Es interesante hacer notar que los entendidos y estudiosos, arqueólogos, antropólogos e historiadores, señalan el año 3.000 a.C. como fecha probable del comienzo de importantes civilizaciones terrenas: Los Sumerios en Mesopotamia; otras razas del tipo ario en algunas regiones de Europa; Atenas, la civilización Micénica y la Egeo Cretense, Troya, Etruria, Egipto, India, China…Todas comenzando con reyes míticos, llamados “Dioses” por los hombres de la Tierra. De la mezcla de los Maestros, hombres y mujeres, con el género humano terreno, nacieron los semi dioses.
Las ricas mitología de Grecia y Egipto, Medio Oriente, India y China, son prueba de la bajada de los Maestros del Universo a la Tierra en épocas de renacimiento de civilizaciones. Pero ese interesante tema será motivo de otro ensayo, Dios mediante.
Pero habiendo abusado de vuestra paciencia, estimado lector y gentil lectora, ya es hora de volver al Antiguo Egipto.
Al bajar los Maestros de la Cosmogonía a Egipto fundaron, miles de años antes del Diluvio, a la Civilización Egipcia. Civilizaron al pueblo y organizaron un ejército para defender Egipto de los pueblos bárbaros vecinos, que intentaban invadir el territorio del reino.
Con tecnología extraterrestre y con ayuda del pueblo egipcio, construyeron la Pirámide de Keops, no como tumba de Reyes, sino como Templo de Iniciación, ya que en los Templos y en la misma Pirámide, se guardaba el saber y la Ciencia Divina de los Maestros. Personas especialmente elegidas, eran iniciadas en los llamados “misterios”, que eran solo la Ciencia Divina traída a la Tierra por los Maestros.
Ellos también construyeron los primeros Templo enormes, monumentales, con su tecnología avanzada y con ayuda del pueblo de Egipto.
¿Y por qué eran tan enormes y magníficos esos Templos de piedra, originalmente forrados en su interior con oro y piedras preciosas?
Porque los Maestros enseñaron a los antiguos Faraones que reinaron después y a todo el pueblo, sobre la grandeza y Omnipotencia del Padre Divino, Dios Todopoderoso, Creador y Constructor del Universo infinito y maravilloso, Obra Perfecta de Sus Manos. Por eso “Su Casa” en la Tierra debería ser grandiosa e inigualable. Además, todos los Templos egipcios, así como las Tres grandes Pirámides, de Chepos, Kefrén y Micerinos, estaban orientadas en relación a la Astronomía, que los Maestros enseñaron. Y no solo la Astronomía enseñaron, sino que también la Astrología, que era una ciencia exacta en ese tiempo, y también enseñaron otras ciencias.
Las tres Pirámides de Giza en Egipto:  Keops, Kefrén y Micerinos. (imagen Educación un COMO)

Entonces las Casas Sagradas que los Faraones construyeron como morada de Divino Creador en la Tierra, debían ser enormes, monumentales y el hombre terreno debería verse allí como simples hormigas o gusanos que somos, en relación a la Omnipotencia del Divino Padre Creador, Dios Todopoderoso:

Recreación entrada Templo de Luxor. (Imagen Qu Hist.)


Las ruinas que hoy quedan del pasado esplendor…

Edfu – Templo de Horus
Templo de Luxor.
Templo de Edfú.
Templo de Com Ombo.



Templo de Luxor.



El hombre de la Tierra debe humillarse ente su Progenitor Divino. Bienaventurado es el hombre que se humilla ante el Padre Creador.

¡Pero no ante los falsos dogmas de fe, creados por hombres que no han conocido jamás al Divino Padre Creador!

En la XVIII Dinastía faraónica de Egipto, año 1450 a.C.

El faraón Amemnofis II (1450 – 1424 a. C.) humillado haciendo ofrendas a Osiris.

Al comienzo de nuestra Era:

El Divino Maestro Jesús, el Mesías, orando al Divino Padre Creador.

El Divino Maestro Jesús, el Mesías reafirmó este concepto sagrado de la humildad ante los Mandamientos y Leyes de Padre Creador, que está Omnipresente en todas partes:

“El que se humilla será ensalzado y el que se ensalza, será humillado”.

“Bienaventurados los humildes de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.”

Y en el siguiente inmortal pasaje del Evangelio de Mateo:

El Divino Maestro Jesús el Mesías y la humildad de los niños. Cuadro de Karl Bloch.
Mateo 18:1: “En aquella hora se llegaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién piensas que es mayor en el reino de los cielos?

2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos.
3 Y dijo: En verdad os digo, que si no os volviereis, e hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
4 Cualquiera pues que se humillare como este niño, este es el mayor en el reino de los cielos” …

Y en Mateo 19: 13-14: “Entonces le presentaron unos niños para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; más los discípulos los reñían. 14 Y Jesús les dijo: Dejad a los niños, y no los estorbéis de venir a mí, porque de ellos es el reino de los cielos”.

“Dejad que los niños vengan a mí, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. (Imagen: the Atlantic.com)

En el siglo XXI, en Chile:

Hermanos de la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén, de La Pintana, haciendo la felicidad de los niños, al repartirles juguetes en víspera de Navidad.













“Gloria al Divino Padre Creador en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”.