Hace años, supe lo que es
desencarnar ahogada en el mar, y ahora puedo contar aquí mi terrible
experiencia, merced a la Misericordia Infinita de nuestro amado Divino Padre
Creador, Dios Todopoderoso.
Veamos ahora otro testimonio similar:
Otra “Evasión de la Muerte”.
En aquella fecha inolvidable
disfrutaba yo de mis hermosos 16 años, amaba la vida y estaba contenta con mi
destino. Sin ningún tipo de preocupaciones me sentía dueña del mundo y de la
Naturaleza y amaba al Divino Padre Creador, Supremo Hacedor de todo lo que
existe.
Desde pequeña, mis padres me
llevaban todos los domingos a la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén,
donde conocí a la Profeta del Apocalipsis, Madrecita Laura Antonia, la que nos
dio su amor a todos los niños especialmente, y nos hizo conocer la existencia
del Divino Padre Creador y la Ciencia Espiritual que de Él emana y que es la
Verdad y la Vida.
En esos días felices de mi
adolescencia, una tarde de verano, fuimos en familia a la hermosa playa de
Pichilemu, conocida como “la playa de los surfistas”, por las grandes olas que
llegan hasta la orilla. Yo sabía nadar y disfrutaba al máximo del mar, me
encantaba nadar cerca de la ribera y zambullirme en las olas que llegaban en
cadenciosa sucesión. Se me figuraba que era una pequeña marsopa retozando entre
las ondas marinas… Naturalmente, siempre me preocupaba que mis pies tocaran la
arena del fondo. Fue así como nadando y jugueteando en el agua, las olas, que
eran de tamaño moderado en ese momento, me fueron alejando paulatinamente de la
costa sin que yo me percatara de ello.
De pronto, con sobresalto, me di
cuenta que mis pies ya no tocaban la arena del fondo. Instintivamente, miré
hacia la playa y vi a mi madre y me hermano que me hacía frenéticas señas, allá
lejos, para que nadara hacia ellos. También ahora percibí que sorpresivamente
las olas habían aumentado en volumen y violencia, alejándome de la orilla cada
vez más.
Me sentí invadida de pies a
cabeza por un miedo cerval paralizante. Sin embargo, logré sobreponerme y pude
razonar: -- con cada ola que venga, nadaré con todas mis fuerzas, para que
ellas me empujen hacia la playa.
Entonces empecé a luchar y a cada
ola que llegaba, nadaba vigorosamente hacia la orilla, pero percibí que no
avanzaba hacia la costa y que, por el contrario, el mar me retenía siempre en
el mismo lugar. Era como si estuviera dentro de un hoyo invisible.
En ese momento fui presa del
pánico, pues se agotaron mis fuerzas y mi corazón latía aceleradamente con
desesperación. Comprendí que había llegado mi Hora. Era el Fin…
Solo atiné a levantar los brazos
en ademán de auxilio…En ese momento, me rendí a mi destino…cerré los ojos y me
hundí en el mar serenamente…
Oré al Divino Padre Creador y
mentalmente le dije: “¡Padre, que se haga Tu Voluntad!”
En una semi inconsciencia, oraba
al Padre resignada a mi destino, y en ese momento, ante mi visión espiritual y
en un segundo, desfiló ante mí toda mi vida, desde pequeña hasta el momento
actual…Entonces vi en Lo Alto una Luz Blanca refulgente maravillosa…y perdí el
conocimiento.
Lo que sucedió después me lo
relataron mi madre y mi hermano, que pidieron auxilio a los salvavidas, los que
prestamente nadaron y rescataron mi cuerpo sumergido y ya exánime, y con gran
esfuerzo lograron llevarlo a la playa, en medio del fuerte oleaje. Una vez en la
playa, me sometieron a las maniobras de respiración artificial para reanimar mi
organismo inerte. Después de algunos minutos de frenéticos esfuerzos, los
salvavidas lograron normalizar mi respiración.
Al recuperar el conocimiento, con
la Gracia del Padre, me encontré tendida de espaldas en la arena y me costaba
mucho respirar. Mi madre y mi hermano estaban anhelantes junto a mí, los
salvavidas y numerosas personas y poco a poco me fui recuperando.
Desde ese día he agradecido al
Divino Padre Creador por haberme otorgado una nueva oportunidad, impidiendo,
con Su Divina Voluntad, que se cortara el Hilo de la Vida que une mi espíritu a
mi cuerpo, aunque el destino para mí señalado, indicaba esa fecha fatal, con
año, mes, día, hora, minuto y segundo preciso, para desencarnar. Pero nuestro
amadísimo Padre Divino determinó, en Su Divina Voluntad, como Único Dueño y
Señor de nuestros destinos, que siguiera mi vida en la materia, para trabajar
para el Señor.
Es así como desde aquella fecha
dramática y trascendental para mí, he seguido fielmente alabando y bendiciéndo
al Rey del Universo, junto a mis hermanos de la Congregación Espiritual de la
Nueva Jerusalén, hasta el día de hoy. A su debido tiempo encontré al compañero
de mi vida y hoy tenemos dos preciosas pequeñas, que me acompañan en las
actividades de la Congregación. He tenido el privilegio de recibir desde Lo
Alto, después de años de labor, el grado de arzobispo, y he confeccionado
muchos juguetitos de género junto a mis hermanas, para regalar, en el Nombre del
Padre, a las niñitas de Escuelas y Poblaciones de la Pintana y Puente Alto, en
vísperas de cada Navidad.
Al publicar este testimonio
maravilloso de la “evasión de la Muerte” por Voluntad del Padre Divino, quiero
rendir un homenaje de agradecimiento a aquellos hombres valientes que
arriesgaron su vida para salvar la mía, y que ayudan a sus prójimos en peligro
de muerte entre las olas del mar chileno. Ruego al Divino Padre proteja y
bendiga a estos buenos samaritanos del mar, que a largo de nuestras extensas
costas realizan su misión anónima sin pedir nada a cambio, practicando así el
verdadero sentido del amor al prójimo. Sé, que el Divino Padre que todo lo ve y
todo lo sabe, y que los pone allí para que se cumpla Su Divina Voluntad, les
dará su recompensa.
Y yo, al terminar este relato,
agradezco una vez más y para siempre a nuestro Padre Infinitamente
Misericordioso, que me prologó la vida para que siguiera elevando mis
bendiciones a Él, por el resto de mis días en la Tierra. Lo cual ruego al Padre
amado en este momento, pueda hacerlo por toda la eternidad. ¡Aleluya!
Hermana María
José Rojas Abarca, de la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén.
26 de agosto de
2018, La Pintana, Santiago.
“Gloria al
Divino Padre Creador en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena
voluntad”.
Veamos ahora otro testimonio similar:
Otra “Evasión de la Muerte”.
Habiendo unido nuestros destinos
con Madrecita Laura Antonia, y sumándome a la Causa Divina como primer
discípulo y esposo, de la Profeta que anunció la llegada del Apocalipsis a la
humanidad terrena en el año 1972, con el consiguiente cumplimiento de las profecías
antiguas de la Biblia; e instalados en nuestro domicilio en la parcela Sede y
Templo de la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén, en La Pintana,
Madrecita construyó un modesto edificio para su Laboratorio de Cosméticos, con
el objeto de ganar nuestro sustento y dar trabajo a algunos hermanos jóvenes.
Entonces yo me dediqué a hacer
frecuentes viajes a Santiago, en compañía de mi querido hermano arzobispo
Efraín Santibáñez – hoy ya desencarnado y en la Gloria del Padre --, que,
estando jubilado, se ofrecía gustoso a acompañarme a los Ministerios y
reparticiones públicas con el fin de obtener todos los permisos necesarios para
el funcionamiento del Laboratorio.
En esos días tuve el siguiente
sueño, muy vívido en todos sus detalles: -- Monseñor Efraín y yo realizábamos
un trámite en un Ministerio en Santiago, en oficinas del noveno piso de un
edificio céntrico. Esperábamos el ascensor para bajar a la hora de mediodía y
había muchos empleados y público que también aguardaban para bajar, pues era la
hora de colación. Cuando se abre la puerta del ascensor, ingresó una verdadera
avalancha de gente dentro y yo fui introducido casi en peso al interior. Efraín
se quedó sin poder subir, lo mismo que varias personas. El ascensor quedó
sobrecargado y apenas comenzó a bajar se cortó el cable de sostén y sobrevino
la vertiginosa caída, en medio del pánico y griterío de las personas que iban
dentro. Yo me afirmé en un rincón y grité a todo pulmón: -- “¡Encomiéndense a
Dios!” --. Y luego nada…ni dolor, ni impacto, nada.
Entonces me vi parado en la
calle, frente al edificio del Ministerio, en medio de una conmoción general:
mucho público, ambulancias, carros de bomberos y policiales; y carabineros,
bomberos y paramédicos sacando cuerpos descoyuntados de numerosos cadáveres
desde el interior del edificio. De pronto vi, que entre cuatro personas
llevaban mi cuerpo completamente desarticulado debido a múltiples fracturas y
automáticamente quise entrar en mi cuerpo, pero éste me rechazó. Entonces
comprendí que yo estaba desencarnado, y al pensar en el trámite que había
realizado, me encontré de inmediato en el noveno piso, frente a la oficina en
que había estado. En el pasillo no había nadie. Entonces empujé la puerta de la
oficina y entré. Había un solo empleado escribiendo a máquina y al sentir que
se abre la puerta, mira y al ver que la puerta se ha abierto sola, pues él no
ve a persona alguna, cree que el viento ha abierto la puerta, y sigue
trabajando. Pero yo estoy ahí en la puerta, en espíritu, invisible a sus ojos
físicos. Entonces pienso en Madrecita y deseo ir hacia ella…y ahí desperté de
este vívido sueño.
A la mañana siguiente, relaté mi
sueño a Madrecita, en todos sus detalles.
Ella me escuchó atentamente en
silencio. Luego me miró a los ojos y me dijo enfáticamente: “Tú, Carlitos, no
vas a subir nunca más a un ascensor.” Y yo obedecí puntualmente la orden.
Así fue como gracias a la
Revelación en sueños del Divino Padre, que fue una advertencia sagrada, y la
orden que recibí de su Enviada a la Tierra, experimenté una más de las varias
“evasiones de la Muerte”, que he tenido el privilegio de recibir en mi actual
reencarnación terrena, merced a la Voluntad Omnipotente de nuestro amadísimo
Divino Padre Creador, lo que me ha hecho alcanzar una ancianidad provecta,
siempre sirviéndolo y amándolo, como al Dueño y Señor de Todo lo que existe y
Supremo Hacedor del Universo Infinito y Maravilloso, Obra Perfecta de Sus
Manos.
Mientras Madrecita Laura Antonia estuvo
conmigo, cumplí ese Mandato Sagrado. Después que ella se fue hacia el Padre, he
continuado usando los ascensores.
Hermano Carlos Opazo Barragán, de
la Congregación Espiritual de la Nueva Jerusalén.
26 de agosto de 2018, La Pintana,
Santiago.
“Gloria al Divino Padre Creador
en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Y ¿cuál es su opinión de este tema?